sábado, 8 de diciembre de 2018

Monasterio de San Isidoro del Campo II

Para leer la entrada anterior, puedes pinchar aquí: Monasterio de San Isidoro del Campo I.

Salimos del Coro y nos metemos en el Claustro de los Muertos (nº 3).





Las galerías fueron utilizadas por los monjes jerónimos para el enterramiento de los monjes, los patronos y otros particulares, de ahí su denominación. 





De fuerte impronta mudéjar, en él destacan sus pinturas murales que dan un carácter polícromo y que fueron realizadas tras la expulsión de los cistercienses en 1431. En la galería norte fueron cubiertas con una azulejería en el s. XVI.

Los claustros, en general, son el centro de la vida monástica y funcionaban como área de distribución y relación entre las diversas dependencias. Solían estar situadas al sur de la iglesia para que estuviera mejor soleado.

Al ser el centro de la comunidad, se le confería un valor didáctico y decorativo de alto valor. Aquí se encontraba el armariolum o librería para que los monjes en los momentos de esparcimiento pudieran dedicarse a la lectura. Además es donde se encontraba el pozo, que en la tradición cisterciense tenía el valor simbólico de la fuente de vida.



Motivos florales y geométricos, fuerte influencia musulmana





Consta de un patio, cuatro galerías perimetrales, dos plantas y una escalera de caracol exterior que las comunica. Los arcos, que en la planta alta se duplican, son de medio punto y están enmarcados por alfices. Su traza mudéjar confirma la mayor libertad estilística en relación con otras dependencias más sometidas a la regulación de la orden, lo que en este caso permitió las aportaciones de tradiciones constructivas y decorativas locales.



Este mudejarismo se acentúa con la policromía de las arquerías y la decoración pictórica de los arrimaderos, en un despliegue de paños de lacería de tradición islámica, combinados con motivos vegetales de tradición gótica.


Las pinturas murales permiten apreciar los sucesivos cambios de gusto producidos desde el siglo XV al XVII destacando las pinturas de San Miguel y la Anunciación, obras de Juan Sánchez de San Román, fechables en torno al 1490. También son notables los paños de azulejos de arista del siglo XVI que recubren las galería norte.



Una vez entremos en el claustro y deambulemos un rato por él podemos dirigirnos al altar del Cristo de Torrijos (nº 3a).





También podemos dirigirnos al lado opuesto y apreciar el altar de San Jerónimo (nº 3b).



San Jerónimo en el centro y San Sebastíán en el panel lateral

La piedra, uno de los símbolos de San Jerónimo (con la que se golpeaba)

San Roque, con sus llagas y su perro (el que no tiene...ya sabéis)

Símbolos de San Jerónimo: el león, el libro por doctor de la iglesia y traductor de la Biblia y se ve algo el sombrero de cardenal. El león sonríe un poco, no sabemos si piensa en comerse al santo un día de estos.

Desde uno de los laterales podemos observar la espadaña del Claustro de los Muertos.


En el lado izquierdo se puede ver un reloj de sol.



Continuamos hasta la Celda del prior (nº 7). La orientación intelectual y el estudio de las Sagradas Escrituras, que constituye el principal carisma de la orden jerónima, superpuesta a la producción documental y bibliográfica común a cualquier monasterio como centro de investigación, docencia y reproducción de los saberes medievales o del Antiguo Régimen, debieron generar un riquísimo patrimonio documental y bibliográfico que, desgraciadamente, ha sufrido una gran dispersión y seguramente también una gran destrucción.


Las vicisitudes sufridas por el monasterio hacen que su patrimonio bibliográfico prácticamente haya desaparecido. En esta sala encontramos una pequeña muestra entre las que se incluye un ejemplar facsímil de la Biblia del Oso, primera traducción de la biblia al castellano realizada por Casiodoro de Reina, monje huido de San Isidoro tras abrazar las doctrinas de Lutero junto a gran parte de la comunidad.

Un foco de protestantismo aquí, quién lo iba a decir



El plano de arriba, de 1881, nos informa de la situación del archivo en la planta baja del ala meridional del Claustro de los Mármoles, decorado con mármoles italianos de importación y azulejos de arista de mediados del siglo XVI, arruinado a finales del siglo XIX. Posiblemente aquella pérdida vino a consagrar una dispersión de los fondos documentales y bibliográficos (que debían ser inmensos) que venía padeciendo la institución desde comienzos del siglo XIX. Así, parte del archivo y algunos fondos bibliográficos pasaron al duque de Medina Sidonia, al  duque de T'Serclaes, Real Academia de la Historia, la Biblioteca Capitular y Colombina, Palacio Arzobispal, Universidad Literaria, parroquia de San Ildefonso y, recientemente, han sido localizados en Madrid algunos libros, propiedad del ilustre polígrafo jerónimo Fray Fernando de Zevallos, que fue prior del convento.

Vamos ahora a un pasillo que no tenemos acceso pero que sí se puede observar:


Otro claustro o patio, pendiente de restauración



Y llegamos al final de esta entrada. Llegamos a la Sala exclaustración-Itálica (nº 6).

Desde el momento de la fundación del monasterio existió una estrecha vinculación de San Isidoro del Campo e Itálica. En la "Carta de Dotación" se explica la entrega al Monasterio de "Sevilla la Vieja", nombre que recibía en aquella época Itálica, reducida a una simple alquería.



La relación de Itálica y San Isidoro del Campo se ha mantenido durante siglos y muestra de ellos son el capitel y la cabeza que se encontraba embutida en la espadaña del claustro. La desamortización de 1835 provocó un periodo de degradación en todo el conjunto del que da muestras el San Jerónimo.






Próxima entrada: El refectorio.

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